"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos" | SURda |
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12-08-2012 |
El neoliberalismo tardío
Bernardo Coronel
Con un presidente que buscó cumplir sus cinco años de gobierno realizando pequeñas reformas sociales y sin conmociones en el sistema, la izquierda fue arrastrada
Neoliberalismo a medias (1989- 2008)
Paraguay fue uno de los últimos países que se incorporó al ciclo neoliberal en América Latina. El golpe de Estado de febrero de 1989, promovido por Estados Unidos, y financiado por la oligarquía financiera y la burguesía agraria sojera, puso fin a 35 años de gobierno populista del dictador Alfredo Stroessner, pero no logró liberalizar totalmente la economía paraguaya. El partido colorado, el mismo que sostuvo al general por más de tres décadas, y encargado de orquestar el golpe, fue también el que gobernaría durante las dos décadas siguientes y entorpecería la instalación del modelo neoliberal.
La hegemonía de la dictadura se edificó sobre la base social del funcionariado público, ligado prebendariamente al partido-Estado benefactor. Este rígido esquema populista sería fortalecido bajo la dominación de gobiernos colorados durante las dos décadas de apertura política. En la post dictadura se pudo mantener un esquema de Estado totalitario y clientelar, gracias a que la economía paraguaya se siguió nutriendo del gigantesco comercio ilegal (tráfico de armas, narcotráfico, triangulación, etc.) que mueve unos 5.000 millones de dólares anuales en la frontera con Brasil.
La bandeja servida o la transición neoliberal (2008-2012)
En abril del 2008 Fernando Lugo derrotaba en las elecciones al partido Colorado que permaneció 61 años en el poder. Con el triunfo se abría un ciclo de mayor protagonismo del campo popular y como nunca antes en la historia paraguaya, la izquierda tuvo activa participación en el gobierno. Pero a pesar del triunfo electoral, el Estado clientelar y corrupto, permaneció intacto. Con un presidente, que buscó cumplir sus cinco años de gobierno realizando pequeñas reformas sociales y sin conmociones en el sistema, la izquierda fue arrastrada por el omnímodo Estado que devora todo a quien se le acerca.
La fragmentada izquierda fue fácilmente cooptada, pasando a cumplir el rol de gendarme del nuevo régimen. Los luchadores sociales se convirtieron en burócratas públicos, y como administradores del sistema, quedaron desvinculados de las masas. La izquierda quedó en el limbo y el pueblo que los votó siguió esperando el cambio que nunca llegaría.
Con la dirigencia adormecida y un presidente acorralado por un congreso dominado por la derecha reaccionaria y un poder judicial controlado por la mafia colorada, fue tarea fácil para las clases dominantes avanzar hacia reformas neoliberales. Se promulgaba la ley antiterrorista (con beneplácito norteamericano y la mirada cómplice de la izquierda), se abandona la lucha social privilegiándose cuestiones de Estado, se impide la puesta en vigencia del impuesto a la renta personal (Paraguay sigue siendo el único país de la región que no tiene este impuesto), Lugo firma un convenio de cooperación antiterrorista con Colombia, convirtiendo al país en un satélite del “Plan Colombia”, y como corolario final, las exportaciones del agronegocio dan un salto formidable ubicando al Paraguay con un crecimiento económico del 10% en el 2010 (el mayor del mundo). La bandeja neoliberal ya estaba servida.
La conjura
Con la izquierda sometida y embarcada en el desatino de luchas intestinas por el poder, y Lugo confrontando con el partido Liberal, único aliado con fuerza que tenía en el Parlamento, a la derecha le sería fácil la concreción del juicio político.
Lugo se apartó del PLRA, el partido que lo llevó al poder, en la ilusoria intención de catapultar a una izquierda que iba saliendo de la marginalidad gracias al control de espacios de poder, pero sin ninguna posibilidad de disputar a los partidos tradicionales las elecciones del 2013. Entre todas las equivocaciones ésta sería fatal. Lugo pretendió forzar una nueva alianza con el PLRA pero con un candidato membretado de izquierda que respondiese a los intereses de su círculo más cercano. Grave error.
En junio las condiciones estaban maduras para el mazazo final: Lugo se aparta de los liberales, y éstos para quedarse con el poder se alían a su tradicional rival, el partido colorado. Desde ese momento las cosas se dieron como efecto dominó. La derecha monta la matanza de campesinos y policías en Curuguaty y el país queda conmocionado. Los medios de prensa señalan a Lugo como responsable, quien quedaba solo con el apoyo testimonial de cuatro legisladores de izquierda. El golpe parlamentario era inevitable, y en menos de 24 horas Lugo era destituido vía juicio político.
Neoliberalismo tardío
El neoliberalismo hizo su mayor festín en Latinoamérica entre la década del 80 y el 2.000, periodo que coincide con la redemocratización de la región. En este periodo en el Paraguay siguió gobernando el populista partido Colorado, y el proyecto neoliberal quedó postergado.
Con el golpe parlamentario de junio pasado, después de 73 años asume un presidente genuinamente liberal. Federico Franco, que proviene del ala más reaccionaria de su partido, representa los intereses del agronegocio y está fuertemente vinculado a la multinacional Río Tinto ALCAM, empresa que según versiones financió el golpe parlamentario. Apenas asumió Franco los cambios se dieron en forma maratónica. En menos de dos semanas fueron liberadas las semillas transgénicas, fue habilitada una línea millonaria de crédito para la ganadería, se puso en marcha el plan de eliminación de la ley que impide la venta de tierras a extranjeros en zona de frontera, y se dio vía libre para la instalación de Río Tinto ALCAM, que será beneficiada con la reducción del 50% del costo de energía eléctrica. En los últimos días ya se empezó a hablar de concesión de rutas a empresas privadas, y por último, el presidente advirtió que los campesinos pobres que reclaman la reforma agraria, deberán pagar por las tierras a precios de mercado.
Con un partido no clientelar en el poder, sin compromisos con la pesada masa del funcionariado público, el campo popular derrotado y con un presidente representante del agronegocio, el neoliberalismo se encuentra de fiesta en el Paraguay. La pregunta que hoy resuena en el país es ¿así como en Latinoamérica los destrozos neoliberales condujeron a la renovación de la izquierda desde fines del siglo XX, se producirá el mismo fenómeno en el Paraguay? Por ahora el futuro es aún incierto. Las heridas del golpe están todavía muy frescas y la indignación popular recorre silenciosamente el país. Si la indignación permanece y la izquierda se gradúa de madurez, entonces probablemente el país empiece a transitar hacia los cambios que con el golpe parlamentario quedaron transitoriamente postergados.
Fuente: http://www.lahaine.org/index.php?blog=3&p=63308
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